Episodio adicional, donde se relata una charla entre los civiles y la nobleza
respecto a lo narrado en el episodio anterior.
Como
recordamos en dos episodios anteriores. Larry, al ver la falta que hacia el
tener un nuevo rey en Castilla, había tomado una presuntuosa decisión. Esa
particular idea de la que se había nombrado con anterioridad era respecto a
proclamar a Murriel como el nuevo monarca de Castilla. En ese momento, su
preocupación pasaba por tener que entrevistarse con la nobleza para llegar a su
meta. Aquí se relatará como sucedieron los hechos y como el mejor e
incondicional amigo de nuestro héroe, ha movilizado a un pueblo entero para
probar que, con entusiasmo, decisión, seguridad y valentía, se puede conseguir
lo anhelado. Con otra pizca de sorpresa que ayudará y avalará para poner en
mayor peso las palabras de nuestro amigo. Y si el bien acompaña a tal emoción,
se multiplica el valor de las acciones. No sólo fue un beneficio propio, el
sabría todo lo que conllevaría tal determinación. Viendo todos los días que
podía a los ojos del rey, podía intuir y percibir como el mismo deseaba que su
unitario lo reemplace algún día. Sin más introducción, proseguiremos a contar
como Larry convenció y persuadió a la nobleza para la toma de tal resolución y
como un giro a esta presente narración concluyó a que de tal forma se
interpretaran los hechos.
Larry
y los civiles se reunieron en un punto de encuentro, para conversar acerca de
la idea y determinación del joven. Los primeros momentos, al explicarlo, logró
que los civiles quedaran sorprendidos ante tal petición, agregando, además, que
muy complicado sería discutir ese asunto con la nobleza y lo dificultoso y
hasta quizás perjudicial de ofrecer tal cosa.
Larry
refutaba todos sus comentarios, recordándoles como el rey adoraba a Murriel y
todo lo que este hizo por Castilla en los últimos tiempos a pesar de su
aflicción por la muerte del monarca. Su lucha contra el líder de los
protestantes y como fue capaz de casi dar su vida por salvar al pueblo entero.
Los civiles, sin estar demasiado convencidos, escucharon una vez más cuál sería
el plan de Larry para llevar a cabo su proyecto.
—Principalmente,
debemos coordinar una cita con la nobleza, buscando el momento adecuado y estar
seguros de que ellos estarán en buenas condiciones para recibirnos —explicó
Larry—. Usted, Asier que ha de hablar con mucha gente del Castillo,
¿Podría acaso investigar algo al respecto?
—Podría,
Larry. Pero no puedo asegurarle si en algo sirviera mi intromisión.
—Le
pido de su aporte. Ustedes deben de creerme que será por una causa beneficiosa
y sobre todo para Castilla ¿O acaso no han de confiar en Murriel, su unitario?
—Eso
se lo podemos confirmar. Lo que mi seguridad no aguarda, es que el muchacho
tenga el suficiente conocimiento para llevar a cabo este bestial reino. ¿Usted
ha pensado toda la labor que esto requiere?
—Claro
que si lo he pensado —repuso Larry—. Sé lo dificultoso que será en
principio. Sin embargo, el estará respaldado y será capacitado por la nobleza.
—¿Y cómo
cree usted que les convenceremos? —preguntó otro campesino.
—Murriel
ha sido el único que se ha jugado realmente por nuestro pueblo, eso ni ellos
mismos podrían negarlo y mucho menos refutarlo. Me consta todo lo que mi amigo
ha aprendido, y a pesar de que no esté al nivel de un noble, su empeño ha sido
competente para demostrar que con enseñanzas puede el maniobrar al pueblo
entero.
—He
de coincidir con usted que todos preferimos a nuestro unitario que cualquier
otro miembro con poder. En la nobleza no he visto a nadie honesto, nuestro rey
que en paz descanse en estos momentos, ha sido el único que ha frenado toda esa
ambición —comentó otro civil.
—Con más
motivos a mi favor entonces —dijo Larry contento.
—¿Y cómo
cree usted que convenceremos al consejo? —insistió con la misma cuestión
otro campesino.
—Persuasión,
amigo.
—Tan
tirado y corriente no es Larry —le retrucó el hombre.
—Se lo
dificultoso que eso es, pero si nosotros presentamos nuestras explicaciones y
motivos, ellos deberían de comprendernos.
Los
civiles se miraron entre ellos dudando de la loca y aparente descabellada idea
de Larry. Sin embargo, el reino no podía estar mucho tiempo sin un rey que los
represente. Inusual era que tanto tiempo haya pasado sin que se haya hecho una
coronación formal como así solía suceder cuando al rey actual algo le sucedía y
no podía seguir al mando. Por un lado, eso motivó a Larry a aprovechar tal
oportunidad y cambiar el destino de Castilla, donde los civiles podrían coronar
a su propio rey. El juicio de la nobleza no debería ser contado, ya que ellos
siempre iban a ambicionar otro tipo de cuestiones y tener otros intereses por
sobre los habitantes del pueblo.
Después
de haber tenido una conversación larga y ardua, la mayoría de los civiles
decidieron respaldar a Larry con su proyecto. El acuerdo prosiguió en que el
campesino Asier iba a conseguir una entrevista con los miembros del consejo,
recalcando que los representantes de todo el pueblo de Castilla estarían
presentes en la misma.
Por
otra parte, nuestro querido héroe no debía enterarse de lo ocurrido,
manteniéndolo ocupado con otros asuntos y labores, ya que su intromisión,
presencia o conocimiento de lo sobrevenido podría afectar el resultado del
objetivo.
Murriel,
teniendo cierto despiste en su mente, pudo notar un movimiento poco común y
preguntó a algunos campesinos por ello. Los mismos sólo le decían que un nuevo
evento se acercaría pronto y por tal motivo había tanto revuelo, lo que llamó
la atención del unitario ya que no mucho había pasado del triste fallecimiento
del rey.
Desentendiendo
lo que sucedía con nuestro héroe, los civiles pudieron mantenerlo aislado de la
situación, para así poder continuar y no frenar su objetivo. Por otra parte,
Asier luego de insistir un rato prolongado, pudo acordar una cita con algunos
miembros importantes de la nobleza, explicando que el pueblo tenía una petición
importante que ofrecerles, agregando que la misma podría poner en mejora el
destino de Castilla. Larry sería quien hablaría en primeras instancias. La
organización estaba preparada. Al día siguiente, un grupo de civiles junto con
Larry, tendrían su respectiva entrevista, mientras el resto estaría expectante
respecto a los resultados. Los dichos, las justificaciones existían, faltaba
sólo la aprobación de la nobleza para cumplir con su propósito.
Y
así se presentaron ante el consejo de nobles. Los duques, condes y barones los
miraron de manera altiva, pero, sin embargo, presentaban un semblante calmado y
con predisposición a escuchar su oferta.
Cuando
Larry comenzó a hablar, como siempre él solía hacerlo, dando sus noticias de
manera tan brutal, los miembros allí presentes palidecieron ante sus palabras.
El joven, al percatarse de su reacción, intentó alivianar su propuesta,
diciendo todo lo que el unitario había aportado en los últimos tiempos. Uno de
los duques, Augusto, frenó en seco a Larry, mientras este muy emocionado
continuaba enumerando los motivos para justificar su ofrecimiento. El duque
demostró su desacuerdo inmediato ante tal petición, ya que no concebía los
motivos suficientes y no creía capaz a Murriel para enfrentar y mandatar a un
pueblo como Castilla, con todo lo que aquello conlleva.
—Disculpe
que le interrumpa, Alteza – Habló Larry aturdido por todas las palabras dichas
de parte del duque, donde sólo hablaba del parlamento y de cuestiones en lo que
a los civiles no le interesaban – Yo he de entender su inseguridad, pero puedo
asegurarle que la bondad de nuestro unitario, supera cualquier cualidad que
podrían requerir ustedes en un rey.
—¿Qué
ha de decir con eso? ¿Acaso usted es capaz de decirnos que somos unos
incompetentes al elegir a un rey para el mandato? Usted, señor campesino
que no sabe cómo es el manejo de este —le contestó enojado.
—Mis
disculpas a su Alteza si le he ofendido, intenciones no he tenido. Con mis
palabras, me he referido a que el joven unitario… el si bien no ha de tener una
capacidad de mandato innata, si la tiene de liderazgo, el pueblo está con el… —Larry
hablaba muy nervioso lo que un barón aprovecho para detenerlo.
—No es
necesario que siga hablando, joven, ya hemos comprendido sus justificaciones,
pero las mismas no avalan para que aceptemos la propuesta.
—¡Por
el mismo infierno ¿Por qué han de ser tan tercos?! – Gritó un civil de manera
desprevenida que ni el pobre se imaginó que diría aquello.
—¿Qué
dice usted? —lo indagó el duque.
—Discúlpelo
Alteza, ha de estar nervioso —intervino Larry haciéndole un gesto al
campesino.
—La
insolencia del pueblo se la ha pegado ese joven que tienen por unitario —dijo
otro duque.
—¿Cómo
puede juzgar de esa manera, Alteza? Le pido que sigan oyendo nuestros pretextos.
—No
hay manera ya, joven campesino —determinó el duque Augusto.
—Le
suplico, Alteza, escúchennos. He de representar al pueblo entero, no ha de ser
sólo una querencia infundada.
Los
miembros quedaron pensativos por algunos momentos, mirándose entre sí. Larry
sentía que su corazón palpitaba esperando que los hombres le dieran alguna
palabra para el continuar con su objetivo, no quería rendirse a la primera
negativa, sabía que después de todo lo ocurrido, Castilla, el pueblo y Murriel
merecerían una nueva oportunidad.
—Estaremos
escuchándoles todos los motivos si es que hay más para decirnos, respecto a su
oferta —rompió el silencio al fin el duque—. Sin embargo, ustedes
deben de aceptar nuestra determinación, sin seguir con sus insistencias.
—Agradezco
su ofrecimiento, Alteza —respondió Larry—. Sin embargo, a mí y a al
pueblo no nos gustaría gastar nuestras palabras si no están dispuestos a
realmente escuchar lo que hemos de decir. El encierro en sus propias
satisfacciones no cambiara el destino de Castilla.
—Joven
campesino ¿Qué intenta decir con tales palabras? ¿Nos ha de condicionar acaso? —cuestionó
rudamente el duque Augusto.
—No es
así, señor. Alteza, solamente nosotros queremos estar seguros de que servirá lo
que saldrá de nuestras bocas, de lo contrario poco deleitoso veo gastar saliva.
—Entonces
finaliza aquí nuestra reunión, si usted tan seguro esta que su parla será sólo
para gastar saliva. No estamos para estas cuestiones, campesinos, hemos de
tener que trabajar para mantener el reino y elegir un nuevo monarca.
Larry
sentía que con cada dicho suyo se enterraba aún más. Sin saber cómo seguir,
hizo un gesto de desconsuelo, su plan estaba fracasando frente a sus ojos y un
sentimiento semejante a la cobardía lo invadió.
—Hemos
aprendido a escuchar al pueblo gracias a nuestro rey quien vida no tiene ahora —dijo
el duque—. Aceptar esta entrevista lo ha demostrado. Usted decide que
hacer ahora, campesino.
El joven
amigo del unitario iba a hablar cuando fue detenido por alguien más.
—Disculpe
mi intromisión, Alteza —un hombre robusto, con voz grave y serio habló—, yo
puedo comprender lo que el joven y compañero mío intenta decir. Puedo entender
como los nervios le están mortificando.
Larry lo
miró confundido. Muy raro era que un guardia interceda de tal manera, pero su
forma imponente de hablar le permitió continuar.
—Soy
testigo de lo que este joven campesino ha de decir. El unitario ha hecho mucho
por este pueblo y muchos argumentos fueron expuestos a ustedes, Alteza. El
problema que veo aquí, es lo poco amigables que ustedes están en recibir su
oferta. Jamás ha sido designio de nadie faltarle, pero entiendo el desconcierto
del muchacho. Si ustedes no han de estar dispuestos a escuchar las palabras y
justificaciones que tienen o llegar a algún tipo de convenio, poco útil veo de
continuar aquí. Con tales palabras no he de querer decir que sus intenciones
son retirarse. La lucha por sus valores intacta sigue y no han de moverse hasta
que una respuesta suya satisfaga al grupo de civiles —concluyó el hombre
sin moverse de su lugar.
Los
presentes quedaron admirados por sus dichos.
—A
pesar de ser un guardia, es usted un buen pensador y defensor, veo lo claro que
tiene usted su panorama y creencias —contestó sorprendido el duque.
—Así le
confirmo, Alteza. Por tales valores y creencias que he de tener, le pido que
escuche al representante del pueblo, a sus civiles que ellos han de tener la
verdad de sobre cómo les gusta ser manejados —dijo con seguridad—. Se
que han de pensar que ustedes saben sobre cómo tomar las decisiones del reinado
y no voy a negarle eso, pero con sugerencias de nuestros civiles ¿Cómo no ha de
servirles para brindarles la calidad que se merecen?
Larry
observaba al guardia y mientras este hablaba, el joven sonreía admirado. Sin
embargo, por algunos momentos le parecía conocer esa manera de hablar y le
hacía acordar de algún modo a los protestantes. El joven quiso despejar esos
pensamientos de su cabeza, sabiendo que esa etapa había sido superada por
Castilla y más nada se había escuchado de esos hombres. Larry sintió una leve
esperanza ya que se notaba un cierto poder de convencimiento de parte del
guardia y efectivamente les estaba ayudando.
—Impactado
estoy, señor —repuso el duque.
El
guardia hizo una reverencia.
—¿Cómo
se hace llamar usted? Nunca le he visto. A pesar de que todos los guardias han
de ser iguales… —comenzó a reír y el resto de los nobles lo siguieron—. Un
guardia como usted puede hacerse notar.
—Nuevo
soy, su Majestad —contestó el guardia—. Provengo del pueblo de
Aragón, he emigrado hace poco aquí. Luego de la guerra que ha padecido
Castilla, se han quedado sin guardias y aquí estoy. Luife para servirle,
majestad —finalizó con una sonrisa.
—Muy
bien, señor Luife. Tomaré en cuenta sus versadas sugerencias.
Luife
retrocedió unos pasos para dar lugar a que Larry comenzará a hablar nuevamente.
El duque Augusto dirigió su mirada al joven campesino.
Larry
sonrió nervioso y comenzó a dar nuevamente sus argumentos respecto a su
petición. No paso mucho tiempo hasta que el Duque lo frenara nuevamente sin
estar demasiado convencido. Ante todo, el tiempo llevado allí, muchas ilusiones
habían corrido durante toda la conversación. En un punto, logró comprender el
motivo que los civiles presentaban y toda la emoción y el frenesí que los
mismos ponían al hablar de su unitario. Consciente era respecto a todo lo que
nuestro héroe hizo por Castilla, aquello, como ya suponían no podría negarlo.
—Su
Alteza —continuó Larry—. Por el tiempo que nos hemos pasado en este
lugar, intentando al menos que ustedes comprendan el porqué de nuestras
circunstancias y lo que nos ha llevado aquí. Yo he de poder entender su
inseguridad y duda respecto a lo que le hemos pedido. Sin embargo, muchos
hechos existen los cuales avalan lo que le hemos dicho hace rato atrás.
Murriel, el unitario de Castilla, quien ha sido proclamado por quien alguna vez
ha sido el rey más respetado y admirado. Su ayuda se ha implantado desde que
llegó a Castilla, su interés y bondad han sobresalido por sobre todas las cosas
que puedan rescatar. Le pido que tomen una determinación, porque ya decir más
sería fatigoso para su Alteza. Todo el pueblo ha estado de acuerdo con esta
decisión que hemos tomado. En tener esta entrevista y proponer tal sugerencia
que muy importante ha de ser para nosotros – El joven suspiró levemente –
Porque eso, señores nobles más agregado de palabras no puedo hacer aquí. Lo qué
si me ha faltado decir, es que han sido testigos de todo lo que el unitario ha
hecho y como ha ayudado y movido a las masas para que Castilla vuelva a tener
el resplandor que alguna vez tuvo. Muchos contentos han estado con aquello. Les
agradezco por su concurrencia y sé que quizás puedan tener en cuenta lo que
hemos de pedir —terminó de hablar Larry y luego hizo la típica reverencia
hacia los nobles.
—No puedo
negarle que su charla ha llegado a mí, campesino —repuso el duque—. Aunque
no ha sido esperada tal propuesta, podremos considerarla de alguna manera.
Larry
comenzó a dibujar una sonrisa en sus labios.
—Aunque
quizás tenga modificaciones —agregó el noble.
—¿Y de
cual tipo serían, su Alteza? —preguntó arqueando una ceja.
—No hemos
de creer que el joven unitario pueda manejar este reino —Larry al
escucharlo, agachó su cabeza—. Tampoco puedo ignorar todo lo querido que
ha sido y como los civiles le han recurrido para solventar sus problemas. Sólo
por lo último que he nombrado, consideraré una discusión con el consejo al
respecto —dijo Augusto.
—Le
agradezco, su Alteza. Muy importante será para nosotros.
Todos
los presentes hicieron una reverencia y se retiraron a esperar la resolución
del consejo. A estas alturas, y por todo lo que ya se ha contado, sabemos cuál
fue su resolución, pero lo que no sabe el lector, es lo que se relatara a
continuación.
Larry,
nervioso caminaba de un lado a otro, quienes lo acompañaban, intentaban calmar
el estado del joven. Por otro lado, el consejo estaba reunido y su
conversación, no iba al rumbo donde se suponía.
—¿Han
de creer ustedes, señores? —cuestionó el duque con ironía, mientras
algunos nobles reían ante sus gestos - ¿Esos campesinos han de creer que
convencidos estamos? Ese patoso unitario, jamás le consideraría como nuestra
majestad.
—¿Y qué
les diremos cuando pidan por nuestra respuesta?
—No
ha de interesarme lo que esperan. Son civiles y nuestras decisiones no
tendremos por que compartirlas con ellos. Deben de obedecernos. Se enterarán a
quien declaremos como monarca en nuestro formal evento.
—Pero
los civiles esperan, duque.
—¡No
importa! —exclamó.
Repentinamente,
Luife ingresó a la habitación casi inesperadamente, lo que sorprendió a todo el
consejo.
—¿No
se da cuenta usted qué estamos reunidos aquí? —cuestionó Augusto.
—Lo sé,
Alteza —dijo entre dientes—, pero hablar con usted quiero, en estos
momentos.
—Espere,
señor, ahora no he de poder.
—Si
podrá —dijo con tono amenazante—, y me escuchará —su mirada fría
se clavó en la del noble, lo que le produjo un cierto temor.
—Rápido
será —sólo le contestó disimulando su miedo. Se retiró rápidamente hacia
la habitación continúa seguido de Luife y su compañero, Lytan.
El duque
los observó impasible, sobre todo a Luife quien no le quitaba la mirada.
—¿Qué
han de querer señores? Una reunión importante han interrumpido —preguntó
el duque con enojo.
—Poco me
importa, Alteza —sonrió Luife—. Sólo vengo a decirle una cosa y con
tal reunión está relacionada.
—Usted no
es más que un insignificante guardia ¿Acaso cree que podrá decirme a mí que
hacer? —repuso con indignación.
—Claro
que sí —contestó el ex protestante haciendo que Augusto se sorprendiera.
—Llamaré
a que les encarcelen, faltar así al duque de Castilla.
Luife
le hizo un gesto a Lytan para que este se acerque y lo tome del brazo, lo sentó
a la fuerza y no se separó de él. El duque tragó en seco y miró a Luife con
gesto aturdido.
—Serán
sólo unos minutos, Alteza y espero que cumpla con lo que le pediré.
—Diga
que quiere señor, que poca hombría la suya. Venir a amenazarme de esta manera y
sin mis testigos.
Luife
rio ante su comentario.
—Sólo
quiero que su opinión cambie e incentive al consejo para que aprueben el pedido
de los civiles
—¿Qué
ha de querer decirme con tal cosa?
—Que
el unitario, sea proclamado rey.
—¿Acaso
está usted desquiciado? No permitiremos que alguien incompetente gobierne
Castilla —contestó con enojo.
—No le he
preguntado, Alteza. Es una orden —exigió Luife—. Usted lo proclamará
como el nuevo rey o poco le servirá su cerebro después para seguir tomando
decisiones.
El duque
intentó levantarse y salir del agarre de Lytan para así llamar a otros guardias
y miembros del consejo y que lo saquen inmediatamente de esa situación. No
fueron útiles sus movimientos. Lytan lo tomo nuevamente presionándolo
intensamente.
—¿Puede
decirte usted en que se beneficia con tal resolución?
—Podría
explicarle si usted me da su confirmación.
El
duque lo miró fijo y luego posó su mirada en Lytan quien le hacía un gesto un
tanto desquiciado demostrando una cierta amenaza a lo próximo que el diría.
Augusto
gruñó y sólo asintió ante Luife. El ex protestante le exigió que se lo
declarara con palabras y este obedeció con pocas ganas.
—Agradecido
estoy, Alteza —contestó Luife con ironía. Su actitud en algunos aspectos
era semejante a la de Camnes—. Le explicaré entonces —comenzó a
caminar por la habitación—, usted nos ve como guardias a mi compañero y a
mí, pero la realidad es que somos lo que ha quedado de los protestantes de Non
Regnum luego de la muerte de nuestro líder, quien descansa con su rey —sonrió.
El duque
se levantó precipitado —Ustedes… llamaré a la guardia real —los
amenazó, pero Lytan lo sentó nuevamente.
—Usted no
hará nada… Alteza —repuso calmo Luife—. Sólo nos ayudará. El unitario
es un ser demasiado débil para gobernar este reino, por eso ustedes le ayudarán
en sus intereses. Necesitamos a ese joven, porque en un futuro nosotros seremos
quienes gobernaremos Castilla, en memoria de nuestro líder. Nosotros no nos
hemos de rendir por más que la muerte nos haya acarreado —se acercó al
duque quien lo miró desorientado—. Por eso de su colaboración exijo. Usted
regresará y le dirá a su mediocre consejo que han elegido al nuevo monarca y
sin contar lo que ha ocurrido en estas paredes.
—¿Qué he
de ganar yo con ayudarles?
—¿Necesita
que le conteste, Alteza?
El
duque asintió inseguro.
—¡Su
vida! —exclamó—. Ustedes no nos han conocido, pero nuestro poder
siempre ha sido inmenso y poco sabe de nuestras maniobras. Si llegáramos a
saber que usted ha parlado sobre esta cuestión, la clemencia no existirá para
su destino. Por eso le sugiero, Alteza, que su boca quede cocida antes de
intentar nombrarnos – Lo miró por unos segundos mientras Lytan lo sostenía.
Augusto
tragó en seco, hizo un gesto y Luife lo soltó, indicándole que regrese a su
reunión y haga lo pedido. Augusto quedó abrumado por la situación y al regresar
con sus socios resolvió en poner seriedad al tema.
Los
nobles le preguntaron qué había sucedido y el solo concluyó a hablar sobre el
asunto en el que se habían quedado. Luife y Lytan estaban a un costado con el
resto de los guardias, observándolo atentamente.
—Yo
sólo he de decirles una cosa —comenzó a hablar el duque—, y no quiero
ninguna discrepancia con este tema, la decisión ya está tomada —miró a
Luife quien le hacía un gesto de aliento. El consejo lo miraba extrañado.
—He
decidido que el unitario sea proclamado como el nuevo rey de Castilla.
Todos
comenzaron a hablar fuertemente y discutir sobre tal decisión y cuestionar
porque tal cambio. Muchos señalaron a Luife alegando que su conversación había
tenido que ver con tal determinación.
—Duque
¿Por qué ha tomado esa decisión? Nosotros somos un consejo y debemos tomar la
decisión como unidad. Ni nuestro rey que en paz descanse nos excluía de sus
resoluciones.
—Yo
no he de excluirles, pero poco tiempo hemos de tener. Yo siempre he sido el
dirigente del consejo mientras el rey no concurría a él y todos han estado de
acuerdo con ello. Por lo tanto, esta será la determinación final.
Un
barón le pidió si pudiera explicarle el porqué de tal cambio. El duque le dijo
que, al indagar en sus pensamientos, entendió que la razón estaba de parte de
los civiles ya que por algo todo el pueblo había decidido ofrecer tal cosa.
Queriendo mantener el honor y la memoria de su rey, que, según él, eso ha
pesado en su brusco cambió de decisión, quiso pensar más en los civiles que en
el poder que siempre ha ambicionado. Poco creíble era para algunos miembros,
pero aceptaron su determinación, ya que, como dirigente del consejo, en algunas
ocasiones y cuando largas se hacen las reuniones, es poseedor de la decisión
final.
De esta
manera, fue como se ha decidido proclamar a Murriel como el nuevo Rey de
Castilla. Al enterarse Larry junto a los demás campesinos y aldeanos, se
enorgullecieron por la noticia, organizándose para que el nuevo evento de la
proclamación se hiciese. Luego nada más relevante sucedió, y aunque no haya
sido de la manera esperada, se consiguió el objetivo que se quería demostrar en
el presente episodio. Dejando al consejo de lado, los civiles de alguna manera
han triunfado.
Con
mucho empeño, nos despedimos del episodio contado, para terminar de cerrar
con nuestra historia.