lunes, 18 de enero de 2016

Agradecimientos

Agradecimientos

Principalmente debo estar agradecida con mis lectores, quienes vivieron junto conmigo esta aventura, que es la del mundo de la imaginación. A toda la gente quien me apoyó y me preguntaba casi todos los días cuando esta historia iba a salir y disculpas a ellos por tanta espera. A quienes me han acompañado con esta emoción. Debo agradecer también a la música que me ha inspirado para crear esta historia, ya que sin ella, no se me hubiera ocurrido. Un tema particular y épico ha dado viva al efecto y debo compartirlo con ustedes. La canción “Castles in the air” me ha inspirado para esta creación y ha brindado más vida e ilusión a mis días cada vez que mis oídos la escuchaban. También debo agradecer a todos esos genios de la literatura quienes con cada libro que leía me surgía una idea nueva y me enriquecía como escritora. Entre todos estos escritores debo destacar a uno particular, Henry Fielding que con su maravilloso libro Tom Jones me involucró en una libre y hermosa manera de escribir a la cual yo me acoplé, los pensamientos de este genio me hacían reflexionar sobre muchas cuestiones de la vida y sobre todo de la literatura. Y cómo no nombrar también a Shakespeare, donde siempre los reyes estaban metidos en sus historias. Su manera tan particular de describir a sus personajes, también me inspiro para hacer hablar a los míos.
Y sin más, gracias nuevamente a todos ustedes por leer esta historia a la cual por más de un año y medio la viví todos los días.

Quizás nos volvamos a encontrar, mis majestades.

Episodio LIX

Episodio LIX.
Adiós a nuestro héroe. Adiós al lector.

Muchas emociones, sensaciones y sentimientos han surgido durante esta historia. Costándome despedir del lector, le confieso también que si ha llegado hasta estas instancias, muy dichoso se siente mi corazón. No queriendo alargar demasiado la partida, les obsequio aquí, los últimos párrafos para despedir a nuestro héroe. 

El sol fue saliendo tranquilamente dando vida a un nuevo amanecer. Un joven monarca se acercó a una tumba. Un sentimiento agridulce lo invadió. Los recuerdos llegaron a su mente sin poder dominarlos, su mirada perdida en aquella lápida lo golpeó nuevamente a la realidad.
Su discernimiento había incrementado y su dolor poco a poco había cesado.
Tantos momentos vividos con ese hombre, ese ser tan poderoso y sabio que logró erradicar en él la inseguridad y la cobardía para darle lugar a un nuevo y gran comienzo en su vida.
Ese gran humano que, a pesar de sus enigmas, pudo enfrentarlos sin desasosiego. La energía que el emanaba podía sentirla hasta el más codicioso de los individuos. Ese gran hombre fue como su padre, su amigo y su confidente; fue capaz de cambiar radicalmente su vida.
El joven se acercó lentamente a la tumba, unas leves y veleidosas lágrimas cubrieron sus bermejas mejillas. 
Su Majestad —enunció en tono puro—. No sabe la gran falta que usted nos hace. Sólo su recuerdo intacto nos hace seguir sin su presencia.
Un fuerte viento acechó al muchacho levantando su esplendorosa capa dejándolo en un estado sublime de consternación. Una sonrisa apareció de repente en sus labios sintiendo una energía que lo llenaba de una manera cautivadora.
Tomó su corona apartándola de su cabeza, se agachó paulatinamente, situándola en frente de la tumba.
Usted siempre será nuestro rey —susurró mientras se levantaba.
Sacó una bella rosa para colocarla en el hueco de la dorada corona.
Continuó contemplando la tumba de su amado rey por unos segundos más, para luego retirarse brindando una última mirada.
El respeto que le profesaba ni la propia muerte podría batirlo. 
Podía imaginar quizás un mundo sin él, sin su bondad, sin su generosidad o su apacibilidad. Lo que no era capaz de imaginar, era un mundo sin la memoria de su nombre, sin el recuerdo del hombre que alguna vez fue y se adentró en cada corazón y alma que reclamaba su ayuda. Porque él era un hombre y no uno cualquiera, era un rey… El rey de Castilla. Él era quien se encontraba en el fulgor de cada amanecer. Ese hombre quien confió en él para así demostrarle que puede concluir con su deseo. Aunque ahora él es rey de Castilla, siempre se sentiría como el simple confidente de ese monarca rememorado. El causaba una pelicular sensación en quienes lo encontraban en su vida. Y eso se debía al efecto de un unitario. 

FIN.

sábado, 9 de enero de 2016

Episodio LVIII

Episodio LVIII
Episodio adicional, donde se relata una charla entre los civiles y la nobleza respecto a lo narrado en el episodio anterior.

Como recordamos en dos episodios anteriores. Larry, al ver la falta que hacia el tener un nuevo rey en Castilla, había tomado una presuntuosa decisión. Esa particular idea de la que se había nombrado con anterioridad era respecto a proclamar a Murriel como el nuevo monarca de Castilla. En ese momento, su preocupación pasaba por tener que entrevistarse con la nobleza para llegar a su meta. Aquí se relatará como sucedieron los hechos y como el mejor e incondicional amigo de nuestro héroe, ha movilizado a un pueblo entero para probar que, con entusiasmo, decisión, seguridad y valentía, se puede conseguir lo anhelado. Con otra pizca de sorpresa que ayudará y avalará para poner en mayor peso las palabras de nuestro amigo. Y si el bien acompaña a tal emoción, se multiplica el valor de las acciones. No sólo fue un beneficio propio, el sabría todo lo que conllevaría tal determinación. Viendo todos los días que podía a los ojos del rey, podía intuir y percibir como el mismo deseaba que su unitario lo reemplace algún día. Sin más introducción, proseguiremos a contar como Larry convenció y persuadió a la nobleza para la toma de tal resolución y como un giro a esta presente narración concluyó a que de tal forma se interpretaran los hechos.
  
Larry y los civiles se reunieron en un punto de encuentro, para conversar acerca de la idea y determinación del joven. Los primeros momentos, al explicarlo, logró que los civiles quedaran sorprendidos ante tal petición, agregando, además, que muy complicado sería discutir ese asunto con la nobleza y lo dificultoso y hasta quizás perjudicial de ofrecer tal cosa.
Larry refutaba todos sus comentarios, recordándoles como el rey adoraba a Murriel y todo lo que este hizo por Castilla en los últimos tiempos a pesar de su aflicción por la muerte del monarca. Su lucha contra el líder de los protestantes y como fue capaz de casi dar su vida por salvar al pueblo entero. Los civiles, sin estar demasiado convencidos, escucharon una vez más cuál sería el plan de Larry para llevar a cabo su proyecto.
—Principalmente, debemos coordinar una cita con la nobleza, buscando el momento adecuado y estar seguros de que ellos estarán en buenas condiciones para recibirnos —explicó Larry—. Usted, Asier que ha de hablar con mucha gente del Castillo, ¿Podría acaso investigar algo al respecto?
—Podría, Larry. Pero no puedo asegurarle si en algo sirviera mi intromisión.
—Le pido de su aporte. Ustedes deben de creerme que será por una causa beneficiosa y sobre todo para Castilla ¿O acaso no han de confiar en Murriel, su unitario?
—Eso se lo podemos confirmar. Lo que mi seguridad no aguarda, es que el muchacho tenga el suficiente conocimiento para llevar a cabo este bestial reino. ¿Usted ha pensado toda la labor que esto requiere?
—Claro que si lo he pensado —repuso Larry—. Sé lo dificultoso que será en principio. Sin embargo, el estará respaldado y será capacitado por la nobleza.
—¿Y cómo cree usted que les convenceremos? —preguntó otro campesino.
—Murriel ha sido el único que se ha jugado realmente por nuestro pueblo, eso ni ellos mismos podrían negarlo y mucho menos refutarlo. Me consta todo lo que mi amigo ha aprendido, y a pesar de que no esté al nivel de un noble, su empeño ha sido competente para demostrar que con enseñanzas puede el maniobrar al pueblo entero.
—He de coincidir con usted que todos preferimos a nuestro unitario que cualquier otro miembro con poder. En la nobleza no he visto a nadie honesto, nuestro rey que en paz descanse en estos momentos, ha sido el único que ha frenado toda esa ambición —comentó otro civil.
—Con más motivos a mi favor entonces —dijo Larry contento.
—¿Y cómo cree usted que convenceremos al consejo? —insistió con la misma cuestión otro campesino.
—Persuasión, amigo.
—Tan tirado y corriente no es Larry —le retrucó el hombre.
—Se lo dificultoso que eso es, pero si nosotros presentamos nuestras explicaciones y motivos, ellos deberían de comprendernos.
Los civiles se miraron entre ellos dudando de la loca y aparente descabellada idea de Larry. Sin embargo, el reino no podía estar mucho tiempo sin un rey que los represente. Inusual era que tanto tiempo haya pasado sin que se haya hecho una coronación formal como así solía suceder cuando al rey actual algo le sucedía y no podía seguir al mando. Por un lado, eso motivó a Larry a aprovechar tal oportunidad y cambiar el destino de Castilla, donde los civiles podrían coronar a su propio rey. El juicio de la nobleza no debería ser contado, ya que ellos siempre iban a ambicionar otro tipo de cuestiones y tener otros intereses por sobre los habitantes del pueblo.
Después de haber tenido una conversación larga y ardua, la mayoría de los civiles decidieron respaldar a Larry con su proyecto. El acuerdo prosiguió en que el campesino Asier iba a conseguir una entrevista con los miembros del consejo, recalcando que los representantes de todo el pueblo de Castilla estarían presentes en la misma.
Por otra parte, nuestro querido héroe no debía enterarse de lo ocurrido, manteniéndolo ocupado con otros asuntos y labores, ya que su intromisión, presencia o conocimiento de lo sobrevenido podría afectar el resultado del objetivo.
Murriel, teniendo cierto despiste en su mente, pudo notar un movimiento poco común y preguntó a algunos campesinos por ello. Los mismos sólo le decían que un nuevo evento se acercaría pronto y por tal motivo había tanto revuelo, lo que llamó la atención del unitario ya que no mucho había pasado del triste fallecimiento del rey.
Desentendiendo lo que sucedía con nuestro héroe, los civiles pudieron mantenerlo aislado de la situación, para así poder continuar y no frenar su objetivo. Por otra parte, Asier luego de insistir un rato prolongado, pudo acordar una cita con algunos miembros importantes de la nobleza, explicando que el pueblo tenía una petición importante que ofrecerles, agregando que la misma podría poner en mejora el destino de Castilla. Larry sería quien hablaría en primeras instancias. La organización estaba preparada. Al día siguiente, un grupo de civiles junto con Larry, tendrían su respectiva entrevista, mientras el resto estaría expectante respecto a los resultados. Los dichos, las justificaciones existían, faltaba sólo la aprobación de la nobleza para cumplir con su propósito.
Y así se presentaron ante el consejo de nobles. Los duques, condes y barones los miraron de manera altiva, pero, sin embargo, presentaban un semblante calmado y con predisposición a escuchar su oferta.
Cuando Larry comenzó a hablar, como siempre él solía hacerlo, dando sus noticias de manera tan brutal, los miembros allí presentes palidecieron ante sus palabras. El joven, al percatarse de su reacción, intentó alivianar su propuesta, diciendo todo lo que el unitario había aportado en los últimos tiempos. Uno de los duques, Augusto, frenó en seco a Larry, mientras este muy emocionado continuaba enumerando los motivos para justificar su ofrecimiento. El duque demostró su desacuerdo inmediato ante tal petición, ya que no concebía los motivos suficientes y no creía capaz a Murriel para enfrentar y mandatar a un pueblo como Castilla, con todo lo que aquello conlleva.
—Disculpe que le interrumpa, Alteza – Habló Larry aturdido por todas las palabras dichas de parte del duque, donde sólo hablaba del parlamento y de cuestiones en lo que a los civiles no le interesaban – Yo he de entender su inseguridad, pero puedo asegurarle que la bondad de nuestro unitario, supera cualquier cualidad que podrían requerir ustedes en un rey.
—¿Qué ha de decir con eso? ¿Acaso usted es capaz de decirnos que somos unos incompetentes al elegir a un rey para el mandato? Usted, señor campesino que no sabe cómo es el manejo de este —le contestó enojado.
—Mis disculpas a su Alteza si le he ofendido, intenciones no he tenido. Con mis palabras, me he referido a que el joven unitario… el si bien no ha de tener una capacidad de mandato innata, si la tiene de liderazgo, el pueblo está con el… —Larry hablaba muy nervioso lo que un barón aprovecho para detenerlo.
—No es necesario que siga hablando, joven, ya hemos comprendido sus justificaciones, pero las mismas no avalan para que aceptemos la propuesta.
—¡Por el mismo infierno ¿Por qué han de ser tan tercos?! – Gritó un civil de manera desprevenida que ni el pobre se imaginó que diría aquello.
—¿Qué dice usted? —lo indagó el duque.
—Discúlpelo Alteza, ha de estar nervioso —intervino Larry haciéndole un gesto al campesino.
—La insolencia del pueblo se la ha pegado ese joven que tienen por unitario —dijo otro duque.
—¿Cómo puede juzgar de esa manera, Alteza? Le pido que sigan oyendo nuestros pretextos.
—No hay manera ya, joven campesino —determinó el duque Augusto.
—Le suplico, Alteza, escúchennos. He de representar al pueblo entero, no ha de ser sólo una querencia infundada.
Los miembros quedaron pensativos por algunos momentos, mirándose entre sí. Larry sentía que su corazón palpitaba esperando que los hombres le dieran alguna palabra para el continuar con su objetivo, no quería rendirse a la primera negativa, sabía que después de todo lo ocurrido, Castilla, el pueblo y Murriel merecerían una nueva oportunidad.
—Estaremos escuchándoles todos los motivos si es que hay más para decirnos, respecto a su oferta —rompió el silencio al fin el duque—. Sin embargo, ustedes deben de aceptar nuestra determinación, sin seguir con sus insistencias.
—Agradezco su ofrecimiento, Alteza —respondió Larry—. Sin embargo, a mí y a al pueblo no nos gustaría gastar nuestras palabras si no están dispuestos a realmente escuchar lo que hemos de decir. El encierro en sus propias satisfacciones no cambiara el destino de Castilla.
—Joven campesino ¿Qué intenta decir con tales palabras? ¿Nos ha de condicionar acaso? —cuestionó rudamente el duque Augusto.
—No es así, señor. Alteza, solamente nosotros queremos estar seguros de que servirá lo que saldrá de nuestras bocas, de lo contrario poco deleitoso veo gastar saliva.
—Entonces finaliza aquí nuestra reunión, si usted tan seguro esta que su parla será sólo para gastar saliva. No estamos para estas cuestiones, campesinos, hemos de tener que trabajar para mantener el reino y elegir un nuevo monarca.
Larry sentía que con cada dicho suyo se enterraba aún más. Sin saber cómo seguir, hizo un gesto de desconsuelo, su plan estaba fracasando frente a sus ojos y un sentimiento semejante a la cobardía lo invadió.
—Hemos aprendido a escuchar al pueblo gracias a nuestro rey quien vida no tiene ahora —dijo el duque—. Aceptar esta entrevista lo ha demostrado. Usted decide que hacer ahora, campesino.
El joven amigo del unitario iba a hablar cuando fue detenido por alguien más.
—Disculpe mi intromisión, Alteza —un hombre robusto, con voz grave y serio habló—, yo puedo comprender lo que el joven y compañero mío intenta decir. Puedo entender como los nervios le están mortificando.
Larry lo miró confundido. Muy raro era que un guardia interceda de tal manera, pero su forma imponente de hablar le permitió continuar.
—Soy testigo de lo que este joven campesino ha de decir. El unitario ha hecho mucho por este pueblo y muchos argumentos fueron expuestos a ustedes, Alteza. El problema que veo aquí, es lo poco amigables que ustedes están en recibir su oferta. Jamás ha sido designio de nadie faltarle, pero entiendo el desconcierto del muchacho. Si ustedes no han de estar dispuestos a escuchar las palabras y justificaciones que tienen o llegar a algún tipo de convenio, poco útil veo de continuar aquí. Con tales palabras no he de querer decir que sus intenciones son retirarse. La lucha por sus valores intacta sigue y no han de moverse hasta que una respuesta suya satisfaga al grupo de civiles —concluyó el hombre sin moverse de su lugar.
Los presentes quedaron admirados por sus dichos.
—A pesar de ser un guardia, es usted un buen pensador y defensor, veo lo claro que tiene usted su panorama y creencias —contestó sorprendido el duque.
—Así le confirmo, Alteza. Por tales valores y creencias que he de tener, le pido que escuche al representante del pueblo, a sus civiles que ellos han de tener la verdad de sobre cómo les gusta ser manejados —dijo con seguridad—. Se que han de pensar que ustedes saben sobre cómo tomar las decisiones del reinado y no voy a negarle eso, pero con sugerencias de nuestros civiles ¿Cómo no ha de servirles para brindarles la calidad que se merecen?
Larry observaba al guardia y mientras este hablaba, el joven sonreía admirado. Sin embargo, por algunos momentos le parecía conocer esa manera de hablar y le hacía acordar de algún modo a los protestantes. El joven quiso despejar esos pensamientos de su cabeza, sabiendo que esa etapa había sido superada por Castilla y más nada se había escuchado de esos hombres. Larry sintió una leve esperanza ya que se notaba un cierto poder de convencimiento de parte del guardia y efectivamente les estaba ayudando.
—Impactado estoy, señor —repuso el duque.
El guardia hizo una reverencia.
—¿Cómo se hace llamar usted? Nunca le he visto. A pesar de que todos los guardias han de ser iguales… —comenzó a reír y el resto de los nobles lo siguieron—. Un guardia como usted puede hacerse notar.
—Nuevo soy, su Majestad —contestó el guardia—. Provengo del pueblo de Aragón, he emigrado hace poco aquí. Luego de la guerra que ha padecido Castilla, se han quedado sin guardias y aquí estoy. Luife para servirle, majestad —finalizó con una sonrisa.
—Muy bien, señor Luife. Tomaré en cuenta sus versadas sugerencias.
Luife retrocedió unos pasos para dar lugar a que Larry comenzará a hablar nuevamente. El duque Augusto dirigió su mirada al joven campesino.
Larry sonrió nervioso y comenzó a dar nuevamente sus argumentos respecto a su petición. No paso mucho tiempo hasta que el Duque lo frenara nuevamente sin estar demasiado convencido. Ante todo, el tiempo llevado allí, muchas ilusiones habían corrido durante toda la conversación. En un punto, logró comprender el motivo que los civiles presentaban y toda la emoción y el frenesí que los mismos ponían al hablar de su unitario. Consciente era respecto a todo lo que nuestro héroe hizo por Castilla, aquello, como ya suponían no podría negarlo.
—Su Alteza —continuó Larry—. Por el tiempo que nos hemos pasado en este lugar, intentando al menos que ustedes comprendan el porqué de nuestras circunstancias y lo que nos ha llevado aquí. Yo he de poder entender su inseguridad y duda respecto a lo que le hemos pedido. Sin embargo, muchos hechos existen los cuales avalan lo que le hemos dicho hace rato atrás. Murriel, el unitario de Castilla, quien ha sido proclamado por quien alguna vez ha sido el rey más respetado y admirado. Su ayuda se ha implantado desde que llegó a Castilla, su interés y bondad han sobresalido por sobre todas las cosas que puedan rescatar. Le pido que tomen una determinación, porque ya decir más sería fatigoso para su Alteza. Todo el pueblo ha estado de acuerdo con esta decisión que hemos tomado. En tener esta entrevista y proponer tal sugerencia que muy importante ha de ser para nosotros – El joven suspiró levemente – Porque eso, señores nobles más agregado de palabras no puedo hacer aquí. Lo qué si me ha faltado decir, es que han sido testigos de todo lo que el unitario ha hecho y como ha ayudado y movido a las masas para que Castilla vuelva a tener el resplandor que alguna vez tuvo. Muchos contentos han estado con aquello. Les agradezco por su concurrencia y sé que quizás puedan tener en cuenta lo que hemos de pedir —terminó de hablar Larry y luego hizo la típica reverencia hacia los nobles. 
—No puedo negarle que su charla ha llegado a mí, campesino —repuso el duque—. Aunque no ha sido esperada tal propuesta, podremos considerarla de alguna manera.
Larry comenzó a dibujar una sonrisa en sus labios.
—Aunque quizás tenga modificaciones —agregó el noble.
—¿Y de cual tipo serían, su Alteza? —preguntó arqueando una ceja.
—No hemos de creer que el joven unitario pueda manejar este reino —Larry al escucharlo, agachó su cabeza—. Tampoco puedo ignorar todo lo querido que ha sido y como los civiles le han recurrido para solventar sus problemas. Sólo por lo último que he nombrado, consideraré una discusión con el consejo al respecto —dijo Augusto.
—Le agradezco, su Alteza. Muy importante será para nosotros.
Todos los presentes hicieron una reverencia y se retiraron a esperar la resolución del consejo. A estas alturas, y por todo lo que ya se ha contado, sabemos cuál fue su resolución, pero lo que no sabe el lector, es lo que se relatara a continuación.

Larry, nervioso caminaba de un lado a otro, quienes lo acompañaban, intentaban calmar el estado del joven. Por otro lado, el consejo estaba reunido y su conversación, no iba al rumbo donde se suponía.
—¿Han de creer ustedes, señores? —cuestionó el duque con ironía, mientras algunos nobles reían ante sus gestos - ¿Esos campesinos han de creer que convencidos estamos? Ese patoso unitario, jamás le consideraría como nuestra majestad.
—¿Y qué les diremos cuando pidan por nuestra respuesta?
—No ha de interesarme lo que esperan. Son civiles y nuestras decisiones no tendremos por que compartirlas con ellos. Deben de obedecernos. Se enterarán a quien declaremos como monarca en nuestro formal evento.
—Pero los civiles esperan, duque.
—¡No importa! —exclamó.
Repentinamente, Luife ingresó a la habitación casi inesperadamente, lo que sorprendió a todo el consejo.
—¿No se da cuenta usted qué estamos reunidos aquí? —cuestionó Augusto.
—Lo sé, Alteza —dijo entre dientes—, pero hablar con usted quiero, en estos momentos.
—Espere, señor, ahora no he de poder.
—Si podrá —dijo con tono amenazante—, y me escuchará —su mirada fría se clavó en la del noble, lo que le produjo un cierto temor.
—Rápido será —sólo le contestó disimulando su miedo. Se retiró rápidamente hacia la habitación continúa seguido de Luife y su compañero, Lytan.
El duque los observó impasible, sobre todo a Luife quien no le quitaba la mirada.
—¿Qué han de querer señores? Una reunión importante han interrumpido —preguntó el duque con enojo.
—Poco me importa, Alteza —sonrió Luife—. Sólo vengo a decirle una cosa y con tal reunión está relacionada.
—Usted no es más que un insignificante guardia ¿Acaso cree que podrá decirme a mí que hacer? —repuso con indignación.
—Claro que sí —contestó el ex protestante haciendo que Augusto se sorprendiera.
—Llamaré a que les encarcelen, faltar así al duque de Castilla.
Luife le hizo un gesto a Lytan para que este se acerque y lo tome del brazo, lo sentó a la fuerza y no se separó de él. El duque tragó en seco y miró a Luife con gesto aturdido.
—Serán sólo unos minutos, Alteza y espero que cumpla con lo que le pediré.
—Diga que quiere señor, que poca hombría la suya. Venir a amenazarme de esta manera y sin mis testigos.
Luife rio ante su comentario.
—Sólo quiero que su opinión cambie e incentive al consejo para que aprueben el pedido de los civiles
—¿Qué ha de querer decirme con tal cosa?
—Que el unitario, sea proclamado rey.
—¿Acaso está usted desquiciado? No permitiremos que alguien incompetente gobierne Castilla —contestó con enojo.
—No le he preguntado, Alteza. Es una orden —exigió Luife—. Usted lo proclamará como el nuevo rey o poco le servirá su cerebro después para seguir tomando decisiones.
El duque intentó levantarse y salir del agarre de Lytan para así llamar a otros guardias y miembros del consejo y que lo saquen inmediatamente de esa situación. No fueron útiles sus movimientos. Lytan lo tomo nuevamente presionándolo intensamente.
—¿Puede decirte usted en que se beneficia con tal resolución? 
—Podría explicarle si usted me da su confirmación.
El duque lo miró fijo y luego posó su mirada en Lytan quien le hacía un gesto un tanto desquiciado demostrando una cierta amenaza a lo próximo que el diría.
Augusto gruñó y sólo asintió ante Luife. El ex protestante le exigió que se lo declarara con palabras y este obedeció con pocas ganas.
—Agradecido estoy, Alteza —contestó Luife con ironía. Su actitud en algunos aspectos era semejante a la de Camnes—. Le explicaré entonces —comenzó a caminar por la habitación—, usted nos ve como guardias a mi compañero y a mí, pero la realidad es que somos lo que ha quedado de los protestantes de Non Regnum luego de la muerte de nuestro líder, quien descansa con su rey —sonrió.
El duque se levantó precipitado —Ustedes… llamaré a la guardia real —los amenazó, pero Lytan lo sentó nuevamente.
—Usted no hará nada… Alteza —repuso calmo Luife—. Sólo nos ayudará. El unitario es un ser demasiado débil para gobernar este reino, por eso ustedes le ayudarán en sus intereses. Necesitamos a ese joven, porque en un futuro nosotros seremos quienes gobernaremos Castilla, en memoria de nuestro líder. Nosotros no nos hemos de rendir por más que la muerte nos haya acarreado —se acercó al duque quien lo miró desorientado—. Por eso de su colaboración exijo. Usted regresará y le dirá a su mediocre consejo que han elegido al nuevo monarca y sin contar lo que ha ocurrido en estas paredes.
—¿Qué he de ganar yo con ayudarles? 
—¿Necesita que le conteste, Alteza?
El duque asintió inseguro.
—¡Su vida! —exclamó—. Ustedes no nos han conocido, pero nuestro poder siempre ha sido inmenso y poco sabe de nuestras maniobras. Si llegáramos a saber que usted ha parlado sobre esta cuestión, la clemencia no existirá para su destino. Por eso le sugiero, Alteza, que su boca quede cocida antes de intentar nombrarnos – Lo miró por unos segundos mientras Lytan lo sostenía.
Augusto tragó en seco, hizo un gesto y Luife lo soltó, indicándole que regrese a su reunión y haga lo pedido. Augusto quedó abrumado por la situación y al regresar con sus socios resolvió en poner seriedad al tema.
Los nobles le preguntaron qué había sucedido y el solo concluyó a hablar sobre el asunto en el que se habían quedado. Luife y Lytan estaban a un costado con el resto de los guardias, observándolo atentamente.
—Yo sólo he de decirles una cosa —comenzó a hablar el duque—, y no quiero ninguna discrepancia con este tema, la decisión ya está tomada —miró a Luife quien le hacía un gesto de aliento. El consejo lo miraba extrañado.
—He decidido que el unitario sea proclamado como el nuevo rey de Castilla.
Todos comenzaron a hablar fuertemente y discutir sobre tal decisión y cuestionar porque tal cambio. Muchos señalaron a Luife alegando que su conversación había tenido que ver con tal determinación.
—Duque ¿Por qué ha tomado esa decisión? Nosotros somos un consejo y debemos tomar la decisión como unidad. Ni nuestro rey que en paz descanse nos excluía de sus resoluciones.
—Yo no he de excluirles, pero poco tiempo hemos de tener. Yo siempre he sido el dirigente del consejo mientras el rey no concurría a él y todos han estado de acuerdo con ello. Por lo tanto, esta será la determinación final.
Un barón le pidió si pudiera explicarle el porqué de tal cambio. El duque le dijo que, al indagar en sus pensamientos, entendió que la razón estaba de parte de los civiles ya que por algo todo el pueblo había decidido ofrecer tal cosa. Queriendo mantener el honor y la memoria de su rey, que, según él, eso ha pesado en su brusco cambió de decisión, quiso pensar más en los civiles que en el poder que siempre ha ambicionado. Poco creíble era para algunos miembros, pero aceptaron su determinación, ya que, como dirigente del consejo, en algunas ocasiones y cuando largas se hacen las reuniones, es poseedor de la decisión final.
De esta manera, fue como se ha decidido proclamar a Murriel como el nuevo Rey de Castilla. Al enterarse Larry junto a los demás campesinos y aldeanos, se enorgullecieron por la noticia, organizándose para que el nuevo evento de la proclamación se hiciese. Luego nada más relevante sucedió, y aunque no haya sido de la manera esperada, se consiguió el objetivo que se quería demostrar en el presente episodio. Dejando al consejo de lado, los civiles de alguna manera han triunfado. 

Con mucho empeño, nos despedimos del episodio contado, para terminar de cerrar con nuestra historia.

lunes, 28 de diciembre de 2015

Episodio LVII

Episodio LVII
Donde un evento importante le ocurre a Castilla y nuestro héroe.

H
abían pasado casi veinticinco días del fallecimiento del rey. Murriel, todos los días se levantaba temprano y se dirigía hacia la tumba de su ex preciado monarca. Luego, regresaba al hogar que compartía con su amigo, se vestía con un peculiar sombrero, el cual había encontrado una vez en la tumba del rey e iba a realizar su labor. Su mente lo traslado a aquellos días, en los cuales Castilla resplandecía, en los momentos compartidos con el rey y los civiles. Su gratitud hacia ese hombre era inmensa y nunca olvidaría sus míticos consejos y la sabiduría que siempre urgía salir de su ser, para luego manifestarla en una atrayente y sincera sonrisa. El unitario no supo cómo reaccionar frente al pueblo los primeros días, pero luego, ayudando en las nuevas construcciones, sintió una energía indemne, la cual le permitió proseguir como el rey así le había delegado. Sus recuerdos también le trajeron a su abuelo, sonrió con solo acordarse de sus dichos, consejos y esas palabras que le llegaban directo a sus emociones, haciéndole temblar el alma de frenesí.
Con todas sus reflexiones hizo dar fuerzas una vez más a su corazón para iniciar sus nuevas tareas.
Saludando a todos los civiles simpáticamente, caminaba deleitando el fabuloso paisaje que le ofrecía Castilla, la tranquilidad comenzó a aflorar de a poco en su ser.
A pesar de que nada podía disminuir el dolor que lo aquejaba por su gran pérdida, no lo obstaculizaba para seguir adelante. De pronto, algo llamó poderosamente la atención de nuestro héroe, vio unos tumultos de personas acumularse en un lugar, quedó contemplando por unos minutos cuando sintió que alguien lo jalaba de sus pantalones. Al ver de quien se trataba, se agacho para ofrecerle una luminosa sonrisa.
¡Tom! acarició su cabeza.
Qué lindo sobrero el que tiene, señor Murriel dijo el niño con la inocencia que lo caracterizaba.
¿Le gusta este gorro, Tom? se lo sacó para ponerlo en la cabeza del pequeño el cual inmediatamente sonrió.
Es usted la persona más valiente que he conocido confesó de repente.
Oh, Tom.
El unitario iba a decirle unas palabras cuando fue interrumpido por unos potentes aplausos que se comenzaron a escuchar. Diligentemente, una masa de personas fue acercándose hacia el joven dejándolo completamente asombrado.
Murriel se levantó de golpe para comprender que estaba sucediendo.
Los civiles seguían aplaudiendo, sumando sus gritos y halagos hacia él. Nuestro héroe no hizo más que dedicarles una sonrisa. Dio unos pasos hacia atrás al ver que estaba enteramente rodeado. Puso su mano detrás de su cabeza sin saber que hacer o decir en ese momento tan peculiar.
Larry se acercó a su lado sosteniendo algo que hizo que Murriel abriera sus ojos completamente aleado. Una corona dorada y protuberante fue colocada en su cabeza.
¿Qué está haciendo, Larry? ¿Acaso se ha vuelto demente? preguntó sin obtener respuesta.
Su amigo tomó el brazo del unitario para flexionarlo en su totalidad, dando señal de triunfo. Las personas gritaron y aclamaron aún más dejando en desconcierto al futuro monarca.
Murriel había sido consagrado el nuevo rey de Castilla.
Los barones, duques y condes se encontraban allí, presenciando tal acto, demostrando su aprobación completa y sincera. Murriel cayó en la realidad entendiendo al fin lo que estaba aconteciendo.
Una sonrisa se fue dibujando poco a poco en sus labios. El recuerdo del rey seguía intacto, sus palabras, sus consejos y sobre todo el pleno amor que le concebía. 
Una imagen se le apreció de repente logrando golpear intensamente su corazón. Era una imagen clara y transparente del rey provocando un aumento de felicidad máxima en su reciente coronación.
"¿Nunca ha aspirado a más?"  "¿Nunca ha pensado en ser rey algún día?"
Las felicitaciones, aclamaciones y halagos no dejaron de sonar por un largo rato incitando lágrimas merecidas a un nuevo comienzo de una gran etapa en la que todos querían ser parte de ella.
Nuestro héroe se sintió completo por unos momentos, aunque sabía lo pasajero que podría ser aquella emoción. Sin embargo, el saber que el pueblo entero de Castilla, incluido la nobleza le confiaban, era más de lo que sus deseos podrían esperar. Sin poder creer que era rey, una palabra que la creía tan grande para su persona. Intentando despejar todos sus pensamientos, se dispuso a disfrutar del amor y el aliento que le dedicaba Castilla.

Las situaciones y hechos siempre terminan superando al humano. La energía interna yace en cada palabra, cada mirada y cada acto genuino. El dulce sabor de corromper al destino derrotando a la perturbada incertidumbre provoca más curiosidad respecto a lo que prevalecerá más adelante. La vida puede acarrear sorpresas, inquietudes, pesares y decepciones, lo mejor, es ir entendiendo cada cosa que nos sucede en el tiempo justo para cada una.

sábado, 19 de diciembre de 2015

Episodio LVI

Episodio LVI
Episodio por demás corto, relatando más información acerca de lo ocurrido en Castilla luego de su pesaroso acontecimiento.

Luego de tal incidente triste y angustiante, el tiempo había pasado para el reino de Castilla. Ningún rey se encontraba al mando, seguían en duelo. Todas las tardes los civiles se reunían en la tumba del ex monarca, recordándolo.
Los barones y duques hacían lo mismo, aunque a la vez, se sentían preocupados ya que era su deber elegir quien sería el próximo gobernante. La gente estaba negada, no quería aceptar la muerte de su amado rey. No querían a nadie, como si en algún lugar de su corazón mantuvieran la esperanza de que él, algún día, volviera.
Muchos civiles estuvieron presentes en el entierro de Camnes, el cual se podría considerar hasta indigno por todos los insultos propinados hacia el ex líder de Non Regnum, agregando además que sus inferiores como el protestante solía llamarles no se encontraban allí.
Después de todo lo ocurrido, un triste final tuvo Camnes, a pesar de las advertencias a lo largo de su vida en la historia. Por otra parte, Luife y Lytan fueron los únicos protestantes quienes permanecieron en Castilla, convirtiéndose en nuevos guardias del reino, sin mencionar su verdadera identidad. Luife era hasta quizás un ser más inteligente y ambicioso que su líder fallecido. Su objetivo, era formar un nuevo partido con el tiempo y se había condicionado a sí mismo, no cometer los mismos errores que Camnes.

Poco a poco todo se fue reconstruyendo, con ayuda de los civiles y Murriel siendo el simple unitario que fue desde el comienzo.
Respecto a sus poderes, el joven los apartó de su vida, decidió que accedería a ellos sólo cuando la situación lo amerite. Sin embargo, algunas veces, Larry lo descubrió intentando practicar y controlar sus poderes, el sólo lo observaba sin interrumpirlo ya que conocía el humor de Murriel y como se ponía frente a ese tema. Los civiles, maravillados estaban con su unitario.  
El agradecimiento no alcanzaba para demostrar lo que ese joven significaba para ellos, en él, añoraban al rey. Muchos miembros de la nobleza lo examinaban mostrándose conformes a pesar de su presuntuoso orgullo, no podían negar lo útil y eficiente que había sido Murriel en esos tiempos. Era una evidencia que el rey, no se había equivocado con él. Murriel, sin darse cuenta comenzaba a dirigir varios grupos, los cuales, integraban cada vez más civiles. Su poder de mando era innato. Sorprendióse mucho a la nobleza respecto a tal actitud. 

Por otra parte, una extravagante idea deambulaba por la mente de Larry mientras observaba el semblante aún triste y a la vez apacible de su amigo. Sin embargo, el joven campesino sabía que antes de llevar a cabo tal idea, tendría que reunirse con varios civiles y luego pedir una cita con todo el consejo de la nobleza.
Pronto estaremos mejor Murriel. Gracias a usted logramos consolidarnos susurró el muchacho al verlo tan afligido.
Larry habló Murriel luego de varios momentos en silencio.
¿Qué ha de necesitar amigo? preguntó con amabilidad.
¿Usted tiene noticias respecto a quien será el nuevo rey?
Larry quedó petrificado ante la cuestión de su amigo. Sabía lo delicado que era el tema para él y luego de una semana de haber perdido a su monarca le hacía semejante pregunta.
¿Quiere hablar de este asunto, Murriel?
Ha de importarme. El pueblo no puede quedarse sin su soberano. La nobleza debería de encargarse de eso.
Le confieso amigo, que este caso es muy especial, nunca se ha tardado en elegir un nuevo rey para un pueblo, y sobre todo para uno como Castilla. Ha sido tan repentino…
Lo sé lo interrumpió—, y aunque en mi alma pese, se lo necesario que es que alguien les represente.
Su amigo sólo asintió sin decir palabra alguna y quedando pensativo ante aquella idea que rondaba por su mente. Murriel quedó observando al pueblo de Castilla, pudo notar como en tan poco tiempo las cosas habían cambiado tanto. El Castillo estaba como cuando llegó, muchas chozas y casas estaban reconstruidas, las antiguas arquitecturas denotaban su gran mejoría. En parte, se sentía responsable por aquello y hasta sintió un leve alivio ante tanto disgusto que aplacaba su alma. Su abuelo apareció en su mente junto con la imagen del rey, su recuerdo lo mantenía en su lugar y con avidez espléndida en su corazón. Como si él pudiera mantenerlos vivos dentro de sí. Nada más relevante ha surgido ese día en la vida de nuestro héroe y los que le siguieron fueron por un curso parecido.

Nosotros abandonaremos este episodio para concentrarnos en el que viene donde dará el inicio al principio del fin en nuestra historia.